Adiós
El
grito de un niño le devolvió al presente, alejándole por unos segundos de sus
pensamientos.
Observó
las olas del mar y como el sol desaparecía por el horizonte. Dejó que el agua
fría llegara hasta sus pies y se adentró unos pocos metros en el salado azul.
La sonrisa de ella volvió a surgir entre sus recuerdos, su risa se enredó con
el ruido de una gaviota y su voz consiguió que su piel sintiera de nuevo.
—María…
Su
melena rubia, los ojos verdes y la pícara sonrisa que escondía de vez en
cuando, intentando esconder el paleto que tenía roto, de una de las miles de
travesuras infantiles en las que se aventuraba con sus primos y que le había contado
cómo terminó con él partido tras una de sus últimas noches de pasión.
—María…
—repitió a media voz mientras se agachaba y atrapaba entre sus dedos la arena
del
fondo marino—. No sé qué haré sin ti.
—Caminar,
seguir caminando —escuchó como la brisa marina arrastraba el eco de sus
palabras.
—¿Cómo?
—preguntó mirando la inmensidad azul.
—Como
siempre. Sonriendo.
Los
recuerdos del verano se mezclaban con la esperanza de verla asomar tras la
siguiente ola, con el cabello húmedo y su bikini rosa.
—No
sé si podré —indicó mientras cerraba con fuerza la mano donde tenía la arena y
el oro dorado se escapaba entre sus dedos.
—Podrás.
—El viento le removió los negros rizos—. Lo conseguirás.
Soltó
un suspiro desde lo más profundo de su corazón y una lágrima se escapó de sus
ojos marrones.
—Te
echaré de menos.
Las
olas le golpearon las piernas embutidas en los grises vaqueros.
—Y
yo a ti. —Le pareció escuchar tras el sonido del agua—. Pero te esperaré.
—¿Dónde?
—Donde
se esconden los sueños. Donde nuestras risas vuelvan a encontrarse y nuestros
besos consigan hacernos vibrar de nuevo.
El
hombre se llevó sus dedos hasta los labios añorando el tacto de los de ella.
—María,
yo…
Un
suave siseo le acalló.
—Vive
y recuerda que un día fuimos felices y que nos amamos.
Gritó
con furia y golpeó el agua salpicándose a sí mismo.
—¡Eres
la mujer de mi vida!
La
suave risa femenina le envolvió.
—Conocerás
a otra. Te enamorarás y tendrás hijos…
—Nunca
—espetó con furia.
El
aire le golpeó la cara como si hubiera recibido una bofetada.
—Lo
harás —señaló—. Serás feliz y a mí me recordarás como la mujer que conociste un
verano. Este verano. Guarda en tu corazón los días que compartimos y me podré
marchar en paz.
—No
te vayas —suplicó alargando el brazo a la nada. Intentando agarrar el aire
escurridizo. Buscando sus verdes ojos.
—Ya
me he ido…
—María…
FIN
#AmoresDeVerano
©MercheDiolch
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