Porque en ocasiones una no sabe qué hacer con su tiempo o las Musas la atacan y necesita ver por dónde sale todo esto. Vamos a hacer un Experimento. No sé cuánto durará pero quizás de todo ello salga algo bueno.
Os subo una cosita con la que ando.
Experimento 1
Prólogo
―Venga que tú puedes ―me dije en voz
alta mientras la pantalla del ordenador esperaba―. Creo que esto va a ser más
difícil de lo que creía…
Me estiré, haciendo
crujir todas mis articulaciones mientras giraba sobre la silla del despacho y
observaba todo lo que me rodeaba.
La habitación, de un
verde chillón, estaba desordenada, muy desordenada. Las cajas de la mudanza me
miraban, riéndose de mí, a la espera de que de una vez decidiera sí o sí
ponerme a desembalarlas. Llevaba en esa casa no menos de 6 meses y todavía no
había tenido fuerzas para ponerme con ellas. No, si ya lo decía mi madre:
―Nia, eres un desastre…
Nia, ¡qué vas a hacer con tu vida! Nia, Nia, Nia…
Emití un bufido de impotencia
y me dirigí a la cocina. De seguro que la nevera no iba a ser tan fría como el
amor que me profesaba mi querida madre. Cogí una botella de agua ―entre un zumo
caducado y un yogur natural poco tenía para elegir― y me tiré sobre el sofá
morado que presidía la pequeñísima sala de estar al mismo tiempo que los
recuerdos de los últimos meses me avasallaban.
Me había quedado en la
calle. Con una indemnización de mierda, después de que mi querido y maravilloso
jefe me llamara a su despacho para notificarme que la empresa marchaba mal.
¡Claro que marchaba mal! No era ninguna novedad que con la crisis que teníamos
encima los beneficios hubieran menguado, pero si a eso le sumabas los gastos
exorbitados que producía el mandamás
pues… La cosa no marchaba bien, nada bien. Pero claro, ilusa de mí, pensaba que
al ser futura «nuera», era intocable.
―¡Ja! ―Bebí de la
botella de agua, deseando que se transformara en whisky.
La sonrisa cínica que
me mostró cuando me dio el sobre de la indemnización y me ofreció el bolígrafo
para que estampara mi firma en el «beneficioso» acuerdo, fue como si el
mismísimo Chucky me estuviera apuñalando en ese momento.
Creí que nada más podía
sucederme. Que lo mejor era irme a mi ático, aquel que compartía con mi amado y
eterno prometido, en plena Castellana. Allí me relajaría en la bañera de
hidromasaje mientras mi querido Pepe ponía verde a su padre y me decía que esto
solo era un mal sueño.
Entré al apartamento y
me quedé sin palabras. A lo largo del pasillo y encima del sofá blanco que
tantos quebraderos de cabeza nos había ocasionado para meterlo por la entrada,
había ropa desperdigada. Atrapé los pantalones de Pepe, la camisa azul que se
había puesto esa mañana, la corbata a juego y… un sujetador transparente, con puntilla
roja. Lo cogí con los dedos, como si fuera algo contagioso, y miré la puerta
que en ese momento estaba cerrada.
No podía creer que me
estuviera pasando eso a mí.
Con paso decidido.
Entendedme, estaba cabreada, muy cabreada después de que mi suegro me despidiera,
de bregar con los falsos abrazos y los buenos deseos de mis compañeros, que por
detrás estarían dando las gracias porque no habían sido ellos los elegidos. Y
cuando llegaba a casa, para esconderme en mi oasis, me encontraba con una
escena que…
Tiré la puerta abajo de
la habitación ―bueno, eso es lo que me hubiera gustado hacer, de una patada, a
lo Chuck Norris, pero tuve que conformarme con abrirla como todo hijo de
vecino― y la imagen que observé no podía ser más rocambolesca. Ahí estaba mi querido
Pepe, mi eterno prometido, en la cama con una rubia pechugona que le estaba
comiendo la…, bueno vosotros ya sabéis, mientras Andrés, su mejor amigo, le
daba por detrás caña.
El sujetador se me cayó
de las manos y proferí el mayor grito que jamás en mi vida había emitido ―si
excluimos la vez en que una rata pasó por encima de mis pies cuando… Pero eso
es otra historia que ya os contaré.
El trío me miró. La
rubia le dio un sutil beso al glande de mi prometido y se echó hacia atrás,
acomodándose sobre las almohadas al mismo tiempo que se abría de piernas y
dejaba a la vista lo que le ofrecía a sus acompañantes. Los hombres pararon de
moverse. Andrés me guiñó un ojo y acarició a su amante, a mi Pepe, y este me
ofreció una sonrisa sardónica junto a una de sus manos, invitándome a que me
uniera.
Abrí la boca de par en
par ―lo sé, porque luego me dolió la mandíbula durante horas―, y les insulté.
Ohh… cómo los insulté. No sabía que guardaba entre mi repertorio tantos improperios.
Y a continuación, me marché.
Las risas del trío me acompañaron
hasta que salí del ático.
Tras ello mi mundo se
derrumbó. Tuve que volver a casa. Junto a mi «querida» madre.
Aguanté dos semanas.
En cuanto encontré un
apartamento que me pude permitir, con la exigua indemnización que me reportó el
trabajo de años en la empresa «familiar» y el paro que me quedó, me mudé. Sí,
lo sé, solo se trata de algo menos de dos años pero si conocierais a mi madre
vosotros también habríais hecho lo mismo.
Y ahí estaba ahora. En
mi nuevo hogar.
Tras un tiempo de
depresión. Preguntándome qué hacer con mi vida. Ahogándome en mi propia
desesperación. Las ofertas de trabajo no era que abundaran en estos tiempos de
crisis. Hasta que una mañana me levanté muy decidida, con una idea fija en mi
cabeza: ¿Por qué no escribir?
Mi madre siempre me
había tachado de imaginativa. Mis amigas siempre hablaban de mí como de la
«loca de la colina» y mi hermana, la seria y estricta Vanessa ―con dos eses. Se
enfadaba si no estaba escrito así―, decía que no podía conseguir nada de provecho
porque siempre andaba en las nubes. Pues como la palabra clave en esta historia
es SIEMPRE ―oye, ya que la repito tanto, será la palabra clave, digo yo―
Podía plasmar esa imaginación al papel o mejor dicho, al ordenador. Sería
escritora.
Debía ser cosa fácil.
Hasta una de esas contertulias, de uno de esos programas del corazón que tanto
le gustaba a mi abuela, había escrito un libro por lo que no debía ser muy
difícil.
Tenía un objetivo.
Me había levantado por
la mañana. No muy temprano por si a las Musas no les gustaba madrugar y me
había acomodado enfrente del ordenador. Estaba ilusionada. Iba a plasmar todas
mis ideas en un estupendo libro y luego todo el mundo podría leerlo. Sería bestseller. Me conocerían por todos los
sitios. Haría giras. La gente haría colas para conseguir un autógrafo mío y me
llevarían a programas de televisión para hablar de mis obras.
Probé más de una vez
que el teclado funcionara, no fuera a ser que después de ilusionarme con un
nuevo proyecto las teclas o el programa no marchara bien.
Escribí mi nombre más
de una vez. Probé todos los tipos de letras que me ofrecía el Word:
Cristina Sánchez Blanco
Cristina
Sánchez Blanco
Cristina Sánchez Blanco
Cristina
Sánchez Blanco
Cristina Sánchez Blanco
Cristina
Sánchez Blanco
Pero estaba claro, la
mejor era la Times New Roman.
Volví a dejar la página
en blanco y tomé un bolígrafo. Me acerqué el paquete de folios por si las Musas
preferían lo clásico, lo tradicional, pero nada de nada.
Miré el reloj del
ordenador y me fijé que habían pasado ya dos horas, y fue cuando decidí que
quizás si me relajaba la inspiración llegaría.
Y ahí estaba ahora.
Tirada en el sofá morado, con un botellín de agua en una mano y el mando de la
tele en otra. Pasaba de un canal a otro sin detenerme mucho en ninguna emisora
cuando delante de mí estaba la contertulia que había escrito ese libro.
―A ver Nia, si ella
puede… Tú puedes ―me animé y me dirigí de nuevo al ordenador.
Pasado lo que fueron un
par de horas más, en las que pude escuchar el sonido de una mosca y el goteo
del grifo mal cerrado del cuarto de baño, lo conseguí.
Experimento 1
¡Ya
tenía título! Título provisional pero menos era no tener nada. El ruido de mi
estómago y un vistazo al reloj, me confirmaron que era hora de comer por lo que
lo mejor era seguir a la tarde. Apagué solo la pantalla del ordenador, no fuera
a desconectar todo y de pronto llegara la inspiración, y me marché a almorzar.
Me encanta. Me encanta. He empezado a leer y no podía parar. Muy bueno el experimento 1. ¿Esperamos continuación? :)
ResponderEliminarJajajajajaja... graciassssssssssssssssssssssssss
EliminarUna locura de las mías que rondaba por mi cabeza jajajajajaja...
no me digas que no sigue porqeu yo me he quedado con las ganas de mas ja,jaa
EliminarJajajajajaja... sí sigue Amparo. Es que ha sido un experimento para ver qué os parecía y de ahí tirar hacia adelante ;-.)
EliminarMuy bueno, Merche, muy divertido. Espero que haya continuación.
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado Lucia.
EliminarY sí habrá continuación ;-)
Vamos niña lo que haces!!quiero más.....
ResponderEliminarYuhuuuuuuuuuuuuuu... me encanta que quieras más <3
EliminarMe ha gustado mucho Merche pero sigue aunque sea un poquito más. Un beso enorme guapa
ResponderEliminarSeguiremos <3
EliminarEstá genail Merche! A ver como avanza el Experimento 1 ;)
ResponderEliminarVeremos, veremos...
Eliminar¡¡¡¡SIGUE EXPERIMENTANDO!!!!
ResponderEliminarMe alegra mucho que te guste preciosa <3
EliminarSEGUIREMOS
Hola, me he quedado con ganas de leer más... me ha gustado muy mucho.... un beso.
ResponderEliminarMe alegraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa <3 <3
EliminarPero por qué eres tan mala y das el caramelo? ?? Lo quiero todo! !
ResponderEliminarJajajajajaja... me alegra que te haya gustado <3
EliminarBuenísimo, Merche!!! Me encanta cuando te pones "cínica", te ha quedado de maravilla!!!! Ahora, a seguir!!!!!
ResponderEliminar<3 <3
EliminarExperimento 1, genial ahora a seguir experimentando, molaaaaaaa
ResponderEliminarGRaciasssssssssssssssssssssssssssssssssssssss
EliminarMe ha gustado Merche. Sincero, realista, y..., sobre todo, muy prometedor. En un principio todo es experimental, la propia vida lo es, y ello supone aceptar el riesgo del error, del fracaso, pero también es el generador de toda nuestra ilusión por conseguir que "algo mágico nos suceda en nuestra vida". Sigue experimentando, no pares.
ResponderEliminarUy, de que me suena a mí eso de dar mil y una vueltas en espera de las Musas... XD
ResponderEliminarMuy buen comienzo, Merche. Me encanta el sentido del humor de la prota. ¡Ahora quiero saber cómo sigue su camino hacia el bestseller!
Oye esta genial. No he podido parar hasta el final y te he maldecido porque te quedaras ahí. Cristina necesita un trabajo, enamorarse otra vez del hombre inadecuado y que la rescate el adecuado... Eso como poco...heje
ResponderEliminar